El relato de una historia con dos protagonistas,
son los mismos hechos pero distintas perspectivas, te presento aquí mi punto de
vista.
Yo soy Juan, simple, a secas, solo Juan, tengo
diez años, ahora me gusta pasar el día jugando en mi Super Nintendo, futbol
descalzo en la banca de cemento afuera de mi casa, dar vueltas por el barrio en
bicicleta con un icopor enredado entre las llantas, aventurarme a las orillas
del rio, pasar el puente de la carrilera sin mirar el vacío, la casa del árbol
que nunca tuvo casa, los patines en línea culpables de muchas burlas, las niñas
aun no me preocupan. Tengo diez años repito, desde la fecha en la que los
celebro faltan unos tres meses para dejar un año escolar atrás y de nuevo a la
expectativa, la emoción de situaciones tan simples, tan llenas de alegría. La
primera comprar los útiles escolares del siguiente año, escoger la caratula de
mis próximos cuadernos, un portaminas, un nuevo morral; la segunda pensar en
los compañeros que conocería cuando terminara la aventura de verano. La rectora
nos comunica que quien asegurará el cupo para el próximo año de estudios lo
incentivaban (de una manera poco convencional y bastante subliminal) plasmando
su nombre completo, con ambos apellidos, al lado el grado al que pasaría, en
una pared expuesta a la salida del colegio. En estos últimos días de quinto, a
eso de la una, hora de salida, me gusta observar aquella pared que muchos
nombres tiene en busca de quien entraría el próximo año, a quien iba a conocer,
unas inexplicables ganas de adelantar el día en el que de nuevo vería a mis
amigos, a los compañeros nuevos. Día normal, después de clases una parada en el
muro (la primera red social que conocí), un nombre, el de una niña, grado
escolar entre paréntesis (6) ¡sexto! no le daba forma humana a su nombre y
apellido, la quiero conocer.
De nuevo yo, Juan, los mismos diez años y unos
meses más de vida, mi primer día de clases: saludos, historias, risas, ninguna
cara desconocida. “¿Qué paso con esta niña? Esa, la de apellido comestible”
alzo hombros, ni idea, quien sabe que le pasaría. Pasa un mes, sin punto aparte, un aviso el
salón recibe: “muchachos entra una nueva compañerita”. Es ella, eso creo,
corriendo hacia la puerta junto con otros entrometidos entre empujones asomo y
observo tres caras pálidas, una de las dos niñas de cabello ondulado, el niño
con cara tímida y la otra, a quien llamaré “Ella”, de pelo liso y corto con la
sonrisa en sus ojos entreabiertos, como los de una chinita. Entra a clases, la
presenta la rectora: “niños ella es su nueva compañera, preséntate…”, sabía que
era ella, la niña de la pared, lo sabía.
“¡Juan! tienes que hacer de Romeo, improvisa algo,
te figuro mijito” una profe me decía mientras a la idea me hago que el
principal papel tengo, aunque Julieta (la de los ojitos chinos con el cabello
ahora un poco más largo) no me gusta, pero soy Romeo, ¡qué más da! Estoy en
séptimo grado, hoy se presenta una obra de teatro “Romeo y Julieta” y un
personaje absurdo me había tocado, de no ser porque el que hacía de Romeo le
dio miedo darle un besito a Julieta delante de todos. Como nada me sé de las
frases del héroe, me figuró leer, ya el escenario lo manejo, cuantas veces no
he dicho poesías, solito solo. Ya en la faena improvisaría un poco, Julieta
impecable, se lo sabía todo. Pienso en que se ve muy bonita la verdad, ahora se
viene el beso, de nuevo, me figuró. Me preocupa un poco que la chica de octavo que
me gusta se enoje, pues ella no me besa, pero mantengo la esperanza de que
pronto lo haga. Más cerca el esperado beso, era el final de la obra, aforo
total en el patio del colegio, grandes y chicos en círculo a mi alrededor
mientras sostengo a Julieta, tomo el veneno, ella ya está muerta, tiene el
color de piel y todo, ¡qué buena actriz! (se debería dedicar a esto). Preparado
para besar en 3, 2… miro su boca, está totalmente quieta, pienso: “¿si la beso
le gustará?” Nunca hablamos de eso la verdad, a lo mejor y se enoja, mejor
respeto y busco otra opción, que los labios algo los separe, no hay nada a mi
alrededor, solo silencio, suspenso. Con una mano sostengo su cabeza, con la
otra, nada, ¡esta es! Pongo mi mano en su boca y de seguido un beso sombre los
nudillos. “NOOOOOOOOOOO” exclama el público en un grito ensordecedor, unánime y
decepcionado de la mejor escena de la obra literaria de romance en la historia
de la humanidad que yo acabo de ridiculizar, solo me rio y pienso: “Mierda,
ahora que digo” miro a Julieta, esta reída pero en sus ojos tenía esa(que no
sabes describir exactamente) expresión me hace sentir un bobo, le hubiera dado
un beso, seguro otra sonrisa tendría (tal vez de pena, no imaginaba lo mucho
que me iba a arrepentir de esto, pudo haber sido nuestro primer beso, como el
de Romeo y Julieta: para la eternidad). Elegí cambiar la historia, a todos le
dije que cuando justo iba a darle el beso ella la boca estiro, con el deseo que
yo la besara. Muchas risas, su cara enfurecida: “¡Mentiroso!”, funcionó.
Un día entre semana, a eso de las cinco de la
tarde, voy en mi bicicleta, acabo de salir de entrenar futbol en las canchas de
la piscina semiolímpica, paso en frente del estadio de la ciudad y veo gente
caminando raro, como cangrejos con espadas, o bueno algo parecido a una espada,
veo una niña en licra y camiseta blanca de cuello redondo, no recuerdo haberme
fijado en un par de piernas antes, en las piernas de alguna mujer, me detengo,
miro bien, que lindas piernas y lo mejor era como se veía la parte en la que
terminaban, de abajo hacia arriba digo, no sus pies; unos segundos más, busco
su cara, ¡sorpresa! La niña de ojitos chinos, la del cabello que ya no era
corto y ahora la de las piernas lindas.
Octavo grado, un buen grupo, ando con mi combo,
“me siento súper bien, motivado y listo para dar la ronda” (dice una canción de
reggaetón de la época). Mis intereses similares, videojuegos, futbol y ahora:
niñas. Ella está súper linda, ¿será el encanto que encontré en sus piernas? Hay
dos compañeras que me gustan, pero ella, ella me gusta no por lo que me gustan
las demás, era raro. Mi decisión ahora, decirle lo que siento, que sea mi
novia, seguro no es tan difícil hacerlo, tengo la confianza y poca timidez para
lograrlo. Comienzo con bromas tontas, con piropos camuflados entre burlas. No
están funcionando. Alguien más se fija en ella, otro compañero, ¡otra vez no!
Por segunda oportunidad el galancito este se me quiere adelantar con alguien
que me gusta y lo peor, las dos se llaman igual, hijue!·$%&. Dicho y hecho, el
galán gano, el gordo perdió. Van pasando los días, ella me sigue gustando,
pienso que ya es demasiado pero me cuesta evitarlo, me gusta su sonrisa, como
se le ve la falda del uniforme, me encantan sus carcajadas, me vuelve loco su
indiferencia, muero por sus piernas. Me enamoré… Mierda, ¿será amor? No la
puedo dejar de ver. Pienso en buscar ayuda, su mejor amiga, me dice que la
ignore, que a ella le gusta que la traten mal, eso voy a hacer. Hoy, la
perfecta ocasión, me encuentro sentado detrás de ella con el que me la arrebato
antes (no entiendo por qué), voy a decirle que es una boba, que eso pienso de
ella, la voy a conquistar con eso. Mala idea, no le escribí solamente boba, me
pasé, la hice llorar y me siento fatal. Yo no soy así, yo la quiero y de esa
forma la voy a tratar, un presente, completa incondicionalidad, le voy a
demostrar que de verdad me gusta. Tras varias ocasiones en las que algo le
regale, llego el primer rechazo, una pulsera de plata que mi mamá me dio cuando le dije que una niña me gustaba
y que la quería conquistar, demostrarle lo que siento; ella la rechazo, la ira
se apodera de mis movimientos, frustrado tuerzo la pulsera entre mis manos y
luego la lanzo al techo más cercano, incrédulos los espectadores, en especial
el mono, de mi falta de cordura (la impulsividad que me caracteriza en su
estado más puro). La rabia de solo un día, con verla al siguiente todo olvido,
soy un imbécil. Ahora no estoy solo enamorado, ya me veo desesperado por
conquistarla, deje de hacer lo correcto y respetar hace un buen rato. Todavía
en el mismo grado, octavo, 14 de febrero del año 2002 en la mañana, maquino un
plan para robarle un beso, una artimaña de las más bajas, decirle que le tengo
una sorpresa, que cierre los ojos y enseguida un beso sin esperarlo. Dicho y
hecho, consigo ayuda, la mejor ayuda, de su confianza, ella le va a tapar los
ojos mientras yo actuó, aprovecho un momento de distracción del salón, todos
charlan, la alejo con mi cómplice, abro mi maletín y pido cierre sus ojos, nuestra
celestina se los tapa y mi oportunidad en bandeja de plata, ella al principio
muy seria, luego risueña, enseguida entre la prisa y la emoción el beso se lo
zampo no en sus labios, sino en sus dientes, vaya primer beso… No se enojó
demasiado, pero se nota que no le gustó. Aquel 14 de febrero para no olvidar.
Octavo grado, con tan solo trece años me enamoré. Soy un precoz sentimental.
Estos son tan solo unos pocos sucesos ocurridos en la mañana de mis días. Viene
la tarde y con ella las ansias de verla, de escapar en moto a recogerla, de
invitarla un helado, de robarle su tiempo, de no poder salir de casa sin pasar
por la calle en la que vive, un policía acostado, creo que el que más veces he
pasado por encima en mi vida, la esperanza de verla, de que pareciera un
encuentro inesperado. A estas alturas del partido en muy poco tiempo no sé
cuántas cartas le he escrito, los suspiros mientras la observo, no sé si fueron
suficientes “te quiero”, estoy seguro son tantos como las veces en que un “no”
salía de su boca. No entiendo por qué sucede esto, no soy el más atractivo,
pensaba en que era un niño bueno, pero eso nunca gusta, gusta ser delgado, algo
malo, algo que interese, para un hombre tierno mejor tener un peluche. Me auto
diagnostiqué Alzheimer pasajero, la causa era ella, no entiendo cómo no me deja
de hablar si prácticamente la acoso, pero ella siempre me sonríe, por qué
diablos no lo deja de hacer… Recuerdo aquellas tardes en su cuarto cuando
muchos pensamientos compartíamos, de ella nada olvido, todas sus palabras
grabadas con tinta fina en mi frente amplia, para mencionar algunos en especial
dos: en sexto cuando entró al colegio muchos niños le atraían, yo uno de su
larga lista, no me importaba, eso me confortaba cada vez que la desilusión de
un rechazo aparecía. El otro cuando soñamos niños un hogar de viejos, me dice
que a mi lado se veía y que le agradaba. Como matar una ilusión si me dice esto,
una promesa al aire: no importa cuánto tiempo pase, por ella esta y siete vidas
más esperaré.
Llegaban las vacaciones de fin de año escolar,
un espacio perfecto para olvidar, con trece años la calle me atrae, no verla
todos los días lograba ocultarla de mi panorama.
Primer día de noveno, llego temprano al colegio
como de costumbre, renovado, soy alguien nuevo, sonriente y con sucesos para
contar a mis amigos en la mente. Llegan los primeros compañeros, llega ella
entre ellos. El corazón pum-pum-pum-pum, electrocardiograma activo, a un buen
ritmo, imagino que decirle ahora, como comportarme cuando ella observa. Que
linda está, ahora era una niña popular, ya más compañeros la miraban, ya otras
mujercitas, incluso las mujerviejas la envidiaban. Este va a ser un año
prometedor. Segundo día, me levanto y en mi cabeza: “hoy voy a verla”. Tercer
día, el mismo pensamiento. Cuarto, decimo, un mes, primer periodo académico,
cerca diciembre, todavía el mismo deseo cada que despierto. No ha cambiado
nada, sigo sintiendo lo mismo, impotencia, una angustia reprimida. Las cosas no
se me están dando bien en este grado, tengo problemas de autoestima, el sudor
moja mi camisa, el desodorante mancha las axilas de la camisa, aparece un mal
olor que me angustia, no estoy bien, nada me sale bien, algunas niñas se
burlan, escucho risas por detrás y siento todas son por mi problema, no es mi
culpa, yo me baño a diario, la inseguridad aumenta y la autoestima más baja, esto
es para querer la tierra escavar… Tardes de reuniones con mis compañeros, hoy
vamos a una actividad de alfabetización en otro colegio, al finalizar vamos a
casa de uno de ellos, jugar pico botella, me ilusiona lo que pueda pasar.
Empieza el juego y esta el niño nuevo que se roba su mirada, turno para ellos,
primer beso en mis narices, corto, bueno es un juego. Segundo turno, de nuevo
para ellos, ¡que rabia!, sufre Juan, ahora es un beso más largo, sonrisas
después de hacerlo, esto ya me está molestando. Después de un rato llega mi
turno con ella, le daría un pico, ya todo se me olvida, me acerco, ella
renuente, antes de poder besarla, termina el juego, mi mamá en la calle pita
para que con ella me vaya, me siento fatal. ¡Que se acabe este año ya!, son más
las cartas, son más las cargas, la ceguera, las ganas de no verla más son
tantas como las de estar cerca de ella, de mantener en su casa, de hablarle, de
llamarla, ahora soy algo como su mejor amigo, un infierno de mentira, oprimido
y sin salida. Decidido, el próximo año no sigo más con esto, no aguanto más. Mi
mente solo idea maneras de llegar a ella, busco sus amigas, a una profesora,
que lastima doy, que arrastrado me muestro y lo poco que me importa, tan poco
como me siento a su lado, no me la merezco, ella es perfecta. Su nombre y el
mío escrito en todos mis cuadernos, sueños de un puberto (que buen título para
un escrito).
Vacaciones, quiero olvidar lo que paso este año.
Otro colegio me espera. Qué alivio siento, mi mente se despeja poco a poco, la
veo de vez en cuando, soy fuerte y eso me ayuda.
Fin del bachillerato, fin del curso, pronto me
gradúo. Pronto cada uno coge su camino, de este año escolar solo quiero
mencionar dos recuerdos, el primero cuando me cuenta (por ser la mentira más
grande que me he dicho: “su mejor amigo”) que le gusta alguien del mismo curso,
de nuevo la resignación, aceptación y decepción. El segundo recuerdo: verlos
juntos, la pareja del salón, dos locos perfectos el uno para el otro, dos
personas que por momentos sentía odiar. Celos y envidia, ya que más da.
Me quiero ir, quiero escapar de esta realidad,
renovarme en otro lugar, mi casa se encoge, la chica de mis sueños ni en ellos
ya era mía.
Recuerdo tan solo una vez besarla porque ella lo
quería, un premio de consolación a mi paciencia, mi constancia, el aguante, a
la venda puesta cuando la miraba, en la poca razón que me gobierna cuando hablo,
cuando pienso: porque esta ella todo el tiempo.
Tres años llevo ausente en otro país, a miles de
kilómetros de distancia de sus encantos, de sus dientes blancos, de sus abrazos
largos, de todo lo que me recordaba a ella. Algunas veces la he llamado,
conservo la fotografía que alguna vez me regaló, donde aparecía con sus cejas
gruesas, donde escribió lo que acordamos aquella vez en su casa: el 27 de
octubre del año 2009 a las 4pm tendríamos una cita, nos veríamos en el tren de
Chipichape para saber de nuestras vidas. No asistí a la cita, muy lejos me encuentro
ahora.
De regreso a mi tierrita, ya no era el simple
Juan, el mundo me arropaba con una realidad superficial, ya no escribo, ya no
leo, ya no suspiro por nadie, ya no sufro por amor. Sin muchos deseos de verla,
cualquier día que ocurriera estaría bien. La pienso muchas veces, siempre la
llevo entre ceja y ceja, pero ahora en ocasiones sentía rabia. El día de mi
cumpleaños, el primero cerca de mi familia aparece ella y mis dos más queridos
amigos la acompañaban para acompañarme a celebrar otro año más de vida. Sobre
los sentimientos de ese día una cadena los ata, intentado escapar pero ahora
controlados, otros asuntos me importaban. Algo que imposible me parecía: su
pureza, una felicidad infundada, agradecía que todavía la tuviera.
Hoy me informan de un reencuentro con los
compañeros del colegio, ya en la noche es ella mi protagonista. ¡Que hermosa
está! No entiendo como nunca la veía fea. Buena noche, nada en especial, aunque
recuerdo cada detalle de su atuendo, pasemos al siguiente día. En la ciudad
donde nos conocimos, estaba cerca en casa de su mejor amiga, oportunidad para
verla. Salimos, charlamos, algunos abrazos, coquetería. ¡Dios Santísimo dime
que no es mentiras! Por primera vez desde que la conozco esto pasa, no era
ajena a mis halagos, su mirada todo lo decía. Me perdí, de regreso a octavo
grado, las cadenas a los sentimientos sin candados, vi una puerta medio
abierta, quería abrirla toda, por esa mujer me muero, por esa mujer todo lo
daría. ¿Qué va a pasar ahora? No me suelo confundir con estas situaciones,
siempre seguro de mi comportamiento, de nuevo el puberto conquistando, el
simple Juan en escena, al asecho, a la espera de una oportunidad. Los
siguientes días se resumen en una oración corta y literal: hoy si, mañana no.
En una semana tal vez, no sé, seguro me dirá de nuevo que no, nadie sabía, ni
siquiera ella, pero era la que decidía, mi decisión la tomé por allá hace
mucho, ¿se aprovechó de eso? Ella me empujo al abismo de mi adolescencia luego
lanzaba una cuerda, cuando cerca me sentía, ella la soltaba, no toda, pero me
advertía. Pasamos un fin de semana de ensueño, paseo a un pueblo con mi leal
amiga y su pareja, en un principio sin expectativas (mucha loción por si las
moscas), sin saber lo que la noche me tenía preparado, al amor de mi vida, en
su esencia más pura, para que viviera y sintiera lo que es agarrar un sueño,
hacerlo realidad y no más fantasías. La noche juntos, bailamos delicioso,
perdido en su sonrisa desde la pista hasta la cama en la que más tarde
dormiría. Llega el momento esperado, ella sola, nada más que su respiración,
oscuridad, siluetas, dando rienda suelta a los sentidos, su aroma me cubre, sus
piel me eriza, su boca endulza la mía, besos extraños, solo placer sentía, todo
lo daba, cada recuerdo, cada caída, cada carta la repetiría solo por ese
momento, solo por tocar sus senos, solo por sentirla mía. Éxtasis, el sueño no
podía con este clímax, en mi mente solo detener el tiempo, morir allí y vivir
por siempre sin nada más que ella, que el sol no saliera, la vida entera la
tenía entre mis brazos, respiraba de su aire, me alimentaba de sus besos, nada
más pedía. El sueño en aquel lugar quedó, un recuerdo para siempre en mi mente:
el día en que soñé despierto, como la primera vez en que creí tocar el cielo.
Pronto todo terminó, ella como siempre tomo la decisión, una vez más un no, una
vez más dolor, del amargo, esa palabra como ninguna otra me marcó (que ironía,
me dice en estas fechas en las que escribo estas palabras que yo pretendo se
haga todo en mis tiempos, cuando yo lo quiero). Las tardes en Kyna, las salidas
de películas, ratos con amigos, el calor de su cuerpo en mi espalda sobre la
moto, la noche en la rueda, la despedida de una amiga, todo para el recuerdo,
ese baúl sin fondo y sin techo. Resignado nuevamente, llego de nuevo un
cumpleaños, invitación de su parte, un lugar llamado Macondo (esperaba nunca
fuera allí con otro hombre, una tonta y falsa expectativa). Primera vez en San
Antonio, esa era ella, la de pocas palabras y lugares únicos. Cuando estuve
minutos antes en su casa le pregunté si le afectaba el hecho de que con otra
persona yo salía. Sus palabras como siempre cortas, no decía nada, siempre
sonreía, para qué darme importancia, solo frases desconcertantes, que me
impulsaban a tirar todo y de nuevo perseguir su sombra, a buscar tocar sus
manos que no eran para un amigo, solo para su amado. Ese día me lo dedico a mí,
me regaló su tiempo y atención, un gorro, un plato, un lugar, una canción. Fue
genial (expresión de ella).
Pasa el tiempo, una nueva novia, es buena, pero
no es mi anhelo. Todo el tiempo me encuentro convencido que un día más con otra
mujer, era un día más lejos de ella. Las ganas de buscarla entre canciones y
recuerdos no me abandonan, mi corazón es suyo, es difícil para esa persona que
se encontraba a mi lado, seguro lo sabía, pero es algo con lo que doy por hecho
cualquier otra distinta a ella padecería, padecerá. ¿Qué karma estoy pagando?
No recuerdo abandonar alguien que me profesara un amor tan grande y que yo lo
haya ignorado tanto.
Otro diciembre se asoma, de nuevo ella, la
protagonista de esta novela, una salida, un rato alegre y al final un nuevo
trago (ojala solo hubieran sido del café) amargo, ella espera pronto ver al
amor de su vida sin comprender que a quien se lo decía todavía la aguardaba,
había prometido esperarla toda su vida ¿Dolor? Ya me considero masoquista.
Finales de año, un “pico” de navidad apareció,
una llamada pidiendo la sacara del lugar donde se encontraba con aquel amor de
colegio, otra mujer lo acompañaba ¿Buscaría escapar? Nunca lo sabré, fue
suficiente con desear mi compañía. Aquellos pensamientos no me perturban, no son
muy altas mis expectativas esta vez, no se sufre sobre lo sufrido, no se olvida
lo aprendido. Poco tiempo a mi lado cuento con tenerla, solo pienso en
disfrutarlo, seguro que pronto se aburre, seguro un nuevo no de su boca
saldría.
30 de diciembre del año 2012, celos malditos
celos al ver un payaso sin saber lo que pretendía al buscar hablar solo con
ella cuando se encuentra conmigo, pero bueno, no somos nada, que puedo decir;
sin embargo ya no quiero callar nada, me decido y suelto el mismo cuento: “No
me aguanto esta incomodidad de no saber que somos, planeaba pedirte mañana seas
mi novia, pero esta situación lo merita”. Silencio, mirada al cielo perdida.
Esta vez no fue un “no”, pero si algo así parecido.
El 2012 se fue hace unos minutos, 01 de enero
(ese día mi vida cambio), 00:05 min, “¿Quieres ser mi novio?”… Todo lo que he
escrito a mi cabeza: “no, no, no, no, no, no ¡dile que no!”. “Si quiero…” y lo
que sucedió desde ese momento es historia para otro cuento, para otro día.
Hoy no me siento Juan, el simple Juan para ella,
comencé a escribir a eso de las cinco, hace exactamente diez días fue su
cumpleaños. ¿Por qué cuento esto? Porque ya no estamos juntos, este es mi punto
de vista de lo que viví desde el año 1999 cuando la conocí, son hasta la fecha
aproximadamente unos dos meses y quince años, al cual si le resto el tiempo en
que una relación de amor nos unía, 589 días, son unos trece años, seis meses,
15 días de los cuales, aun dedicando el resto de mis días de insomnio, jamás
terminaría de narrar historias juntos, las horas compartidas, las veces que la
pensé, las veces que la soñé, las que imaginé estar juntos, en que las la
quería odiar, en las que no podía dejarla de ignorar, en las que amé, de alguna
forma u otra, distante y a centímetros, en mi mente o en mi vista, pero amé.
No podría sopesar en mis manos y dar un balance
sosteniendo en una recuerdos tristes, en la otra los felices, fueron tantos e
incontables los unos y los otros. No es una tragedia, tampoco una comedia, es
solo una historia real para mí, es otra para ella. Razones para olvidarla
muchas, pero las que me mantienen firme son más fuertes, son razones puras.
Gratitud le debo, no por nada pienso en que hasta el final de mis días siempre
será la mujer de mi vida, de mi espíritu cuando sea eterno.
La amé y no en pasado distante, estoy hablando
de ayer, y ese día ya se fue, ya van 33 minutos transcurridos del 30 de
septiembre de 2014, con poco tiempo para descansar, mañana todo continua y a
ella con ganas de dejarla aquí atrapada entre estas letras, buscando sacar su
hermoso cuerpo de mi cabeza para quizás, tan solo, algún día recogerla cuando
su voz a mi corazón le diga: también te extraño, ahora escucha mi punto de
vista.
Comentario
personal: más personal que este relato un comentario
nunca podrá ser. Por fuera de las líneas arriba escritas, quiero plasmar este
sentimiento que me invade y es tal vez de impotencia y de saber que son
mentiras. No quiero alardear por lo que he hecho por ella, no quiero que
parezca prepotente e indignado pero pienso: muchas veces me sentí por debajo de
su mirada, no digno para ser su amado, recuerdo que imaginaba el hombre que
conquistaría su corazón sería tal vez un príncipe de esos de verdad, de esos
que tienen clase y educación, de los que son atractivos por naturaleza, de los
que su castillo se encuentra en un país lejano, de una cultura muy distinta,
que la cautivara con la promesa de un sueño eterno a su lado, de ser ella su
doncella. Tal vez no soy aquel príncipe, ni siquiera tal vez, soy un hombre tan
alejado de esa realidad como la luna se encuentra del sol, sin embargo, aquí
estoy al pie de cañón, de nuevo con la frente en alto, corrigiendo y enmendando
con el perdón de Dios, aguardando su mirada, la verdad sigo esperando una
disculpa, soportando su posición hasta que su ego se encuentre a tope y deje de
buscar ser el centro de la miradas de otros hombres, cuando no solo tiene la
mía, tiene mi alma, le regalé mi vida; sin embargo no soy ese soldado que se
arrastraba en las trincheras buscando una salida, la que fuera, de amor o
desencanto, buscando estar frio o caliente pero siempre me mantuve tibio. Por
eso escribo estas palabras, por eso no descansa mi razón, porque no permito que
sea ella quien decida el rumbo, porque ahora entiendo que el amor es una
decisión, y así como a diario siempre elijo amarla, a diario puedo empezar a
trabajar, no en olvidarla, pero si en no amar, no amar a Diana. Esa actitud
desinteresada y un “ok, bye” ya no lo soporto, porque es o no es, porque ser o
no ser si es la cuestión, porque ya no tengo quince años, porque no soy un
desconocido, porque decir: gracias, lo mismo, discúlpame, que estés bien,
cuídate, buena suerte, etc. cuesta tan poco, y si es muestras de cariño o de
melancolía lo que se evita, esas palabras tan solo dicen lo que significan. Es
ella la mejor mujer que he conocido, es ella la única que en mi vida merece
cada segundo depositado, cada palabra escrita, cada noche en vela, cada día de
mi vida. ¿Pero acaso no la merezco yo? El lugar que cada día sumergido en ella
no me di, no por su culpa y sí por la mía, solo porque así lo permití, pienso
dármelo ahora y si no es así, todo ese tiempo depositado que nunca pienso fue
en vano lo vacío lo dejo libre para ella, la que sea el propósito de Dios en mi
vida, para empezar de nuevo y sin exagerar una nueva historia.
“esto de no ser más / de terminarse
tiene algo de aventura o de presidio
del ocaso al acaso media un palmo
de la nada a la nada va una vida”
Como si nada – Mario Benedetti